Datos personales

domingo, 17 de noviembre de 2013

Bajo las mantas


Había roto el jarrón chino de la entrada, ése tan caro, y sabía que, cuando se enterase, mi madre me mataría. Además me encontraba fatal. No me había dejado cena y no tuve más remedio que arramplar con el bote de leche condensada. Después vino aquel dolor tan intenso, ya sabéis, y unas ganas horribles de vomitar. Me fui al baño. Allí estuve hasta que, ya muy tarde, los sentí llegar. Entonces corrí a mi habitación y me metí debajo de las mantas.

Por aquel entonces yo vivía solo con mi madre. Papá había muerto meses atrás. Trabajaba de cocinero en un restaurante del centro y siempre volvía muy tarde. Una noche alguien lo estaba esperando en el rellano. La policía dijo que fue un robo, que no tenía que haberse resistido. A los dos días mi madre apareció con ese amiguito de las botas vaqueras y el águila estampado en el empeine.

A menudo llegaban tarde. Se iban a la cocina y discutían. De vez en cuando rompían un plato o dos pero siempre terminaban en el salón viendo una de esas pelis de medianoche, ya sabéis, con el volumen a todo trapo. Entonces yo metía la cabeza bajo la almohada y canturreaba una canción que me había enseñado mi padre, un largo nananá, pero aun así seguía oyendo aquellas voces. Incluso rezaba a la Virgen como me decía la hermana Lucía, mi profesora de lengua, con las manos cruzadas y apretando los ojos hasta que me dolían, pero no había forma.

A veces las voces paraban de repente. Entonces yo asomaba la cabeza. Y la veía. Era una niebla negra y espesa que se colaba a través de las mantas y me envolvía como a una  momia. El cuarto se convertía en algo brutal. Algo como una tumba abierta en plena noche. Luego ese hombre entraba en el cuarto. Sin llamar. Yo me sumergía y agarraba las mantas con las uñas, como un cachorro de gato cuando te acercas, igual. La madera crujía bajo las botas. Venían a por mí. Podía oír las alas del águila desplegándose. Y después aquel rostro pegado a mi cara, justo al otro lado de las mantas. Y aquel olor a whisky. Santa María, madre de Dios.

2 comentarios: