¿Habéis sentido alguna vez la tierra temblar bajo
vuestros pies? Yo sí. Esta mañana.
Fue un temblor pequeño. Duró lo que dura un
parpadeo. Pero fue significativo. Parece que nadie se enteró, eran las siete
de la mañana. Yo estaba en cama leyendo una novela. Es una manía que tengo.
Me entró a los once años. Mi tío-padrino Manuel me regaló un ejemplar de tapa
dura de La Isla del Tesoro, Biblioteca Juvenil Bruguera, creo que ya no existe,
y desde entonces no hay día que no lea cien páginas de cualquier cosa que caiga
en mis manos. Unos empiezan el día rezando, otros con treinta flexiones, los
hay que con el Financial Times. Yo no, yo empiezo el día leyendo una novela, así
me va.
Me sentí como un niño olvidado en una plaza. Casi me
echo a llorar. Pensé que se me iba a caer el techo encima o algo así. Pero no
pasó nada. Sólo un silencio tenso, como cuando vas a matar una mosca.
Cuando me volvió la respiración me palpé brazos y
piernas, también la nariz, me despeine varias veces; abrí la boca, despacio,
como si me fuese a tragar una ballena, y luego la cerré, por si acaso; me metí
los índices en los oídos, me di golpes en el pecho.Soy muy sensible, de verdad que sí. Como en el instituto nadie decía nada pensé que lo había soñado. Ya sabéis, esos sueños que parecen tan reales. Jim Hopper, mi mejor amigo, soñó una vez que una niña rubia a la que no había visto en su vida le arañaba la cara en medio de una plaza de toros que estaba vacía. Cuando se despertó, las mejillas se le caían a cachos. Y os aseguro que Jim Hopper no ha estado en una corrida de toros en su vida ni casi sabe lo que son.
Estuve a punto de llamar a mi hermano para contárselo, lo del temblor. Pero preferí no hacerlo. Él ya piensa que estoy loco y con cosas como esa iba a ser peor.
Además está lo que dicen por ahí, eso de que en Madrid no puede haber terremotos, que es imposible, como quedarse embarazada la primera vez. Imposible.
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